Lo dijo Mourinho en su día después de caer estrepitosamente en el Camp Nou. “Una derrota así es fácil de digerir”. Si la declaración del entrenador del equipo que se gasta cerca de 300 millones de euros en traspasos no resulta sorprendente, mucho menos lo es cuando el que pierde ante el mejor combinado del mundo es un equipo como el Deportivo. Un equipo que año tras año está en plena fase de construcción, que basa su táctica en la solidez de su defensa y que su presupuesto (como mínimo) es una décima parte del de su rival. El Barcelona pasó por Riazor como una apisonadora –además, sin mucho esfuerzo-, pero no es de extrañar. El Dépor no es el de antaño y el Barça de hoy en día es una máquina de hacer fútbol.
Aguantó el equipo de Lotina cerca de media hora, a pesar del cambio de tres a dos centrales, hasta que Messi decidió que el partido debía decidirse en ese momento. Con una finta y un pase preciso, dejó a Villa frente a Aranzubia, y el Guaje no perdonó. 0-1, mover el balón y aburrir al rival; esa es la táctica del conjunto dirigido por Pep. El Barça tocaba demasiado fácil y con poco se plantaban en la portería blanquiazul.
Tras el descanso la cosa no mejoró para los intereses blanquiazules. Falta táctica de Rubén que termina con un trallazo a la escuadra de la Pulga. 0-2, y nuevamente a tocar el balón con inteligencia y sencillez. El Deportivo se enteró poco de lo que pasó por Riazor hasta la entrada de Valerón; el Mago de Arguineguín le dio otro ritmo al juego combinativo del conjunto gallego e intimidó algo a la zaga culé. Seguramente con las tablas en el marcador y el canario sobre el campo el poder en tres cuartos de cancha hubiese sido diferente.
Sin embargo, el que aprovechó el buen momento del equipo gallego fue un jugador rival, posiblemente el próximo Balón de Oro. Iniesta agarró un balón en la frontal y la puso dentro de la red distanciando en exceso al equipo de Guardiola. Era el minuto 81 y tocaba pensar en el siguiente partido.
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